Prolongar los años de enseñanza se asocia a un menor riesgo de enfermedad coronaria. Que España sea el segundo país de la Unión Europea con la tasa más alta de abandono escolar, y que la enfermedad cardiovascular sea la principal causa de muerte en nuestro país -con casi un 30% de los fallecimientos- podría estar más relacionado de lo que pudiera parecer en un primer momento.
Un nuevo estudio, publicado esta semana en la revista British Medical Journal y liderado por el investigador Taavi Tillman, revela que alargar 3,6 años la educación podría suponer una reducción del 27% en el riesgo de padecer enfermedades coronarias. Anteriormente, décadas de investigaciones observacionales habían asociado que factores socioeconómicos, como un mayor nivel educativo, estaban relacionados con una mayor probabilidad de padecer infartos.
Uno de los científicos implicados en el trabajo, Julien Vaucher, explica que el problema de los estudios tradicionales es que la asociación entre un factor de riesgo y una enfermedad «puede estar sesgada» por otros componentes.
No obstante, este trabajo establece una relación causal por lo que supone la mayor evidencia de la existencia de este vínculo. Para llegar a esta conclusión, los investigadores -de la Universidad College London, la Universidad de Oxford (ambas en Reino Unido) y la Universidad de Lausanne (Suiza)- analizaron 112 estudios previos en los que aparecían 162 variantes genéticas asociadas a la educación de más de 540.000 personas de varios países de Europa y Estados Unidos, cuyos datos se obtuvieron de diversos bancos de datos genéticos.
Otros factores asociados
«Nuestros resultados mostraron que una educación más extensa se asocia con menor tabaquismo, menor índice de masa corporal y un mejor perfil de colesterol en sangre», añade Vaucher. Por lo tanto, estos factores de riesgo bien conocidos en el desarrollo de enfermedades coronarias pueden explicar parte de esta relación, aunque el investigador matiza que el vínculo no puede esclarecerse «al completo» por estas causas.
«La parte que no conocemos sigue siendo un misterio», indica, por lo que los estudios futuros «deberían centrarse en cómo operan esos 162 marcadores genéticos para entender mejor la asociación entre la educación y la salud del corazón».
El investigador también añade que los determinantes genéticos que inciden en la predisposición a completar más años de educación «sólo explican en torno al 3% del rendimiento escolar, así que no se puede predecir quién estudiará durante más tiempo sólo teniendo en cuenta esos 162 marcadores».
En cualquier caso, recalca que establecer una «evidencia definitiva» no será fácil, ya que la brecha entre que se finalizan los estudios y aparece la enfermedad cardíaca suele ser de 40 o 50 años. «No sería posible llevar a cabo un estudio clínico durante tanto tiempo».
Debate político
Una de las finalidades de este estudio también ha sido fomentar el debate político sobre el incremento de los años de estudio para mejorar la salud pública. «Cualquier esfuerzo por aumentar la escolarización debería estar acompañado de un control exhaustivo para recoger los beneficios para la salud», señala Vaucher.
La asociación confirmada en este trabajo se refleja en diferentes poblaciones, incluida la española, según explica el Dr. Roberto Elosua Llanos, representante en el Comité Español Interdisciplinario para la Prevención Cardiovascular de la Sociedad Española de Epidemiología e investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona.
Este experto señala que mejorar el nivel de educación de la población disminuye el riesgo de enfermedad cardíaca porque «desarrolla un espíritu más crítico» con el volumen de información que nos llega hoy en día. Además, tener estudios superiores también se relaciona con mejores empleos y sueldos, lo que se traduce en un acceso superior a la sanidad o mayor calidad en los alimentos, por ejemplo. «El nivel de educación no siempre está relacionado con los años de estudio, sino que la calidad de la enseñanza sea la adecuada», subraya Elosua.
El presidente de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardíaca de la Sociedad Española de Cardiología, el Dr. Manuel Abeytua, indica que «la enfermedad de la evolución coronaria es de alrededor de 50 años, por lo que también hay que tener en cuenta los cambios de alimentación, en los hábitos de vida y la actividad física».
Tradicionalmente, desde el punto de vista social, el riesgo de enfermedad coronaria se ha afrontado «desde la renta per cápita o desde el nivel de educación, y ambos son indicadores paralelos», explica el presidente de la FundaciónEspañola del Corazón, el Dr. Carlos Macaya.
«Las comunidades autónomas con menor renta per cápita suelen ser las que peor paradas salen en cuanto a niveles de colesterol del malo, como sucede con Canarias, Andalucía o Extremadura». En el lado contrario, Madrid, País Vasco y Navarra son las que más renta tienen por habitante y menores cifras de colesterol perjudicial.
«Son aspectos de las enfermedades que nos deben recordar que no sólo se arreglan dando fármacos, sino que algunas tienen una implicación social», concluye el experto.
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